El insulto, el desprecio y el odio matan

Compartir:

 

Audiencia general, "no matarás" quiere decir cuidar, valorar, incluir, es una "llamada al amor": "un mineral, una planta, este adoquinado, no hacen nada malo; a un hombre se le pide más".

"Para ofender la inocencia de un niño basta una frase inoportuna. Para herir a una mujer puede bastar un gesto de frialdad. Para romperle el corazón a un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre basta ignorarlo. La indiferencia mata". Durante la Audiencia general, el Papa Francisco recordó que Jesús revela "un sentido mucho más profundo" del quinto mandamiento: "No matarás". Y pone el insulto, el desprecio y el odio en el mismo nivel del homicidio. Entonces, "no matarás" "quiere decir cuidar, valorar, incluir y también perdonar", es una "llamada al amor". "Un mineral, una planta, este adoquinado, no hacen nada malo —dijo el Papa Francisco a los fieles presentes en la Plaza San Pedro—; a un hombre se le pide más". 
Prosiguiendo con su ciclo de catequesis dedicado a los Diez Mandamientos, el Papa, que la semana pasada dedicó la Audiencia también al quinto mandamiento, comparando el aborto con contratar a un sicario, reflexionó hoy sobre el mismo mandamiento en la interpretación que le da Jesús, según el Evangelio de Mateo (5,21-24). 
"Jesús nos revela un sentido mucho más profundo de este mandamiento", recordó Francisco: "Él afirma que ante el tribunal de Dios, también la ira contra un hermano es una forma de homicidio. Por ello, el Apóstol Juan escribió: "Quien odie al propio hermano es un homicida". Pero Jesús no se detiene en ésto, y en la misma lógica añade que también el insulto y el desprecio pueden matar. Y nosotros —añadió Francisco—estamos acostumbrados a insultar: es cierto, nos viene un insulto como si fuera respirar, y Jesús nos lo dice: detente, porque el insulto hace daño, mata. El desprecio, decir "pero yo desprecio a esta gente", es una forma de matar la dignidad de las personas. Sería bello que esta enseñanza de Jesús entrara a la mente, al corazón de cada uno de nosotros, y decir: "Nunca volveré a insultar a nadie". Sería buen propósito. Jesús nos dice: mira que, si tú desprecias, si tú insultas, si tú odias, esto es homicidio, Ningún código humano compara actos tan diferentes asignándoles el mismo grado de juicio". Coherentemente, dijo el Papa, "Jesús invita a interrumpir la oferta del sacrificio en el templo si nos acordamos que un hermano está ofendido con nosotros, para ir a buscarlo y reconciliarse con él", y "también cuando nosotros vamos a misa deberíamos tener esta actitud de reconciliación con las personas con las que hemos tenido problemas, aunque hayamos pensado mal de ellas, las hayamos insultado". Muchas veces, explicó Francisco, "mientras esperamos que venga el sacerdote a decir la misa, se platica un poco y se habla mal de los demás. ¡pero esto no se puede hacer! Pensemos: la importancia del insulto, la importancia del desprecio, la importancia del odio". Jesús los pone en el mismo nivel del homicidio. 
El hombre, prosiguió el Papa para explicar el significado de la enseñanza evangélica, "tiene una vida noble, muy sensible y posee un "yo" recóndito no menos importante que su ser físico. De hecho, para ofender la inocencia de un niño basta una frase inoportuna. Para herir a una mujer puede bastar un gesto de frialdad. Para romperle el corazón a un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre basta ignorarlo. La indiferencia mata. Es como decirle a la otra persona: tú estás muerto para mí, porque lo has matado en tu corazón. No amar es el primer paso para matar; y no matar es el primer paso para amar". 
El "primer homicida", Caín, después de que el Señor le preguntó dónde estaba su hermano, respondió: "No lo sé. ¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano? Así, insistió Francisco, "hablan los asesinos: "no me incumbe", "es cosa tuya" y cosas por el estilo. Tratemos de responder a esta pregunta: ¿somos nosotros los custodios de nuestros hermanos? ¡Sí, lo somos! ¡Somos custodios los unos de los otros! Y este es el camino de la vida, el camino de no matar. La vida humana necesita amor. Y, ¿cuál es el auténtico amor? Es el que Cristo nos ha mostrado, es decir la misericordia. El amor que no nos puede faltar es el que perdona, que acoge a quien nos ha hecho daño. Ninguno de nosotros puede sobrevivir sin misericordia, todos necesitamos el perdón, todos. Entonces, si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces "No matarás" querrá decir cuidar, valorar, incluir. Y también perdonar. Nadie se puede hacer ilusiones pensando: "Estoy bien, porque no hago nada malo". Un mineral, una planta, este adoquinado —dijo el Papa señalando el suelo de la Plaza San Pedro— no hacen nada malo, tienen este tipo de existencia. En cambio un hombre no. A un hombre se le pide más. Hay bien que hacer, preparado para cada uno de nosotros, cada uno el suyo, que nos hace a nosotros mismos hasta el fondo". 
El mandamiento "No matarás", entonces, es "un llamado al amor y a la misericordia, es una llamada a vivir según el Señor Jesús, que ha dado la vida por nosotros y por nosotros resucitó", recordó el Papa citando el dicho de un santo: "No hacer el mal es algo bueno, pero no hacer el bien no es bueno. Siempre debemos hacer el bien, ir más allá".