San Francisco Javier

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El 3 de diciembre la ciudad de San Javier celebra las fiestas patronales en honor a San Francisco Javier,  que nació el 7 de abril de 1506 en Javier, Navarra una región del norte de España cerca de Pamplona en un antiguo castillo, era el más pequeño de los hijos y desde temprana edad abrazó, por las  constantes enseñanzas de su madre, la religión católica.

 

Su infancia transcurrió feliz y tranquila en su rico castillo hasta que a los seis años comienza una guerra entre Francia y España.

En ese periodo muere su padre y junto a su madre crece y se pone adolescente siempre teniendo una gran devoción a la Virgen María. Sus hermanos participaron de la guerra pero nunca consiguieron que Francisco fuera parte de ello: sus deseos eran el de estudiar, ser profesional como su padre y devolver a su familia el honor que tenía antes de la guerra de la que resultó humillada y empobrecida.

SUS ESTUDIOS EN FRANCIA.

En 1525 se despide de su madre y hermanos, parte a estudiar literatura y filosofía en La Sorbona Universidad de Francia muy famosa en la época.

Después de 8 anos y a punto de terminar sus estudios conoce a Ignacio de

Loyola quien con paciencia, habilidad y muchos ejemplos personales fue demostrando a Francisco lo banal de los bienes materiales, él logró convencerlo de lo absurdo de su posición repitiéndole la frase del Evangelio “¿De qué te sirve ganar todo el mundo, todos los honores y riquezas si luego pierdes tu alma?”.

Todo le sonreía al joven Francisco, su talento le hacía ganar nuevos amigos y admiradores; era un noble, no tenía contratiempos económicos, su inteligencia era prodigiosa y en cinco años terminaba su carrera de filosofía convirtiéndose en un “Maestro”.

Un gran dolor sufre en Francia al enterarse de la muerte de su amada madre y años después de su hermana Magdalena, la religiosa que tanto lo amparó y consoló en su niñez.

Todo contribuía a madurar aquella alma que Dios quería para él. Pues si bien Francisco había ido a Paris por ambiciones personales era muy distinto lo que su futuro le depararía.

A medida que Francisco iba tratando a Ignacio, se le quitaban las nubes de los ojos y percibía con mayor claridad las divinas enseñanzas de Jesucristo.

FRANCISCO JAVIER MISIONERO

En el año 1534 Francisco Javier y cinco compañeros más marcharon junto a

Ignacio de Loyola a Roma donde fueron recibidos por el Papa Pablo III quien los bendice y acepta la conformación de una nueva orden religiosa que se llamará “Compañía de Jesús”.

Todos son ordenados sacerdotes y aspiran viajar a Tierra Santa, para poder allí predicar el catolicismo pero múltiples problemas hacen esto imposible por lo que Francisco Javier desarrolla su apostolado primero en Venecia y luego en

Portugal.

La santidad de sus actos, la bondad, la humildad, el sacrificio y el amor que tenía hada los más necesitados, enfermos y moribundos eran virtudes reconocidas y valoradas por lo cual se sintió tanto cuando se lo decide enviar a misionar a la India, hacia donde parte en el año 1541, el mismo día de su cumpleaños Nº 35 en calidad de Nuncio Apostólico del Papa Pablo III que deseaba convertir al cristianismo a esta población del Oriente.

El viaje de contratiempos dura 3 meses, pero durante el mismo, Francisco

Javier se ocupó de evangelizar a toda la tripulación y curar a los enfermos que debido al calor y a la mala alimentación convirtieron a la nave en un verdadero hospital flotante.

Por fin el 6 de mayo de 1542 llega a su anhelado destino; India.

FRANCISCO JAVIER EN LA INDIA

Su primer destino en la India fue Goa donde no acepta las comodidades que le ofrece la ciudad y se instala en un hospital donde duerme junto a los enfermos mas graves para poder ayudarlos más prontamente.

El resto del día evangelizaba a la enorme población que cada día lo aceptaba más y seguía sus enseñanzas. También atiende un leprosario con verdadero espíritu de sacrificio.

De Goa pasa a Cochín y de allí por toda la costa de India donde obtuvo entre las clases populares un éxito abrumador. Dormía en sus pobres chozas, compartía su arroz y solo bebía agua.

El único equipaje era su libro de oraciones y su incansable ánimo para enseñar, curar enfermos, aprender idiomas extraños y bautizar por millares.

Dedicaba las noches a la oración y sino lograba, vencer su sueno se acostaba unas pocas horas en el suelo junto al sagrario.

Su predicación era constante y tenaz, con diferentes métodos trasmitía su fe. Todos los que lo conocieron lo describieron como una persona muy alegre y optimista, dispuesta a trasmitir a los demás la felicidad que le producía haber sido escogido por Dios para difundir su palabra.

Le encantaba dar catequesis a los niños adaptando la doctrina a la música popular que luego se cantaba en las calles, casas, campos y talleres.

Allí la religión predominante era la musulmana, pero él, con sorprendente facilidad aprendía los diferentes idiomas y se adaptaba a sus costumbres, con enorme humildad, lograba convencerlos y hacer que permanezcan fieles a sus nuevas enseñanzas.

En 1545 llega a las Islas Molucas en las Filipinas y allí el apostolado de Javier, a fuerza de tenacidad y constancia da sus frutos. Cesan las costumbres de idolatrar a ídolos, las supersticiones y los cantares deshonestos a Jesús.

Allí atiende espiritualmente a gente de razas, religiones y lenguas diferentes logrando muchas conversiones y bautismos.

Durante tres años se la pasó viajando sin descanso entre Goa, Ceylán y Malaca para consolidar su prodigiosa obra apostólica, misionando, siempre misionando sin pausa.

FRANCISCO JAVIER EN JAPÓN

Estando en las Islas Malucas Francisco Javier conoció a un japonés que había pecado mucho, estaba arrepentido y veía en el Santo al salvador de un pueblo por lo que le imploraba: “Ven a mi nación, que es un gran pueblo espiritual y letrado; recibirán bien la doctrina cristiana y muchos se convertirán”.

Esto lo decidió a Francisco que regresó a Goa llevando con él a un nuevo amigo japonés y a otros dos más que fueron bautizados y ganados para la causa cristiana.

En 1549 partió de la India hacia el Japón donde en los primeros meses se dedicó a aprender el idioma y a traducir al japonés partes muy sencillas de la doctrina cristiana que repetía a cuantos se mostraban dispuestos a escucharía.

Al principio no contó con el apoyo de las autoridades que sospechaban de él y lo prohibieron por lo cual viajó a Hiyako, como enviado del Papa, en donde se entrevistó con el gobernador, le llevó importantes regalos y ganó su confianza logrando el permiso para predicar. Tuvo muchísima aceptación y bautizó a cientos de personas que comprendieron y desde ese momento practicaron la fe cristiana.

Después de dos años y tres meses y entendiendo que ya en Japón se había plantado la semilla del cristianismo, dejó allí a sus hermanos Jesuitas para que sigan misionando y partió nuevamente a la India con el objeto de visitar las diferentes misiones que continuamente lo requerían por el amor incondicional que le profesaban.

Evidentemente, su destino era el de un nómada, ir de un lugar a otro; ahora su misión estaba puesta en otro país oriental: China.

 

FRANCISCO JAVIER; CERCA DEL FINAL

El Santo Jesuita acompañado de un joven chino llamado Antonio por su bautismo parte hacia China, país que hasta ahora era inaccesible para los extranjeros; él sabía de la enorme población que allí había y veía con ilusión la propagación del conocimiento de Jesús y sus enseñanzas en la mayor cantidad de personas posibles.

En Junio de 1552 parte y en Agosto llega a Sancián ciudad a las puertas de China donde estudia la mejor manera de entrar al exótico país, cosa que no era nada fácil, pues tenían prohibida la entrada a otros habitantes que no sean chinos. Un mercader promete entrarlo en junco y alojarlo unos días en su casa. Esperando esta oportunidad se dedica a predicar e incluso hacer una pequeña iglesia de ramas y paja para celebrar misa.

El 19 de Noviembre era el día esperado pero el mercader chino no aparece,

Francisco Javier impaciente mira la inmensidad del mar rogándole a Dios que alguien venga a buscarlo para llevarlo al lugar en que tiene puesta tantas  esperanzas. Todo es en vano y llega el 20, fortísima fiebre lo ataca, delira y en una humilde choza azotada por el viento y acostado sobre una pobre estera acompañado por el fiel Antonio pasa sus últimos días.

A las 2 de la mañana del 3 de diciembre de 1552 entrega su alma a Dios, tenía 46 años. Es enterrado en Sancián pero luego de dos meses su cuerpo es trasladado a Goa.

Lo extraordinario fue que su cuerpo estaba intacto, enteramente fresco como si acabara de morir.

En Goa el cuerpo incorrupto fue recibido triunfante y allí aún permanecen guardados sus sagrados restos en una urna de plata que es visitada por millones de peregrinos que besan aquellos pies que tantas miles de leguas recorrieron para enseñar al mundo infiel la dicha de la Fe, el conocimiento y el amor de nuestro Señor Jesucristo.

Francisco Javier fue Beatificado en el año 1619 y el 12 de Marzo de 1622 fue declarado SANTO juntamente con su amigo Ignacio de Loyola.