El hambre de amor

Compartir:

El papa Francisco: el amor de Dios es como el amor de una madre.

Audiencia General, el Pontífice prosiguió su predicación sobre el misterio de la oración cristiana

El papa Francisco, invitó: “¡No tengas miedo! Ninguno de nosotros está solo”, pues no hay nada, ni nadie que pueda “separarnos del amor de Dios”, y, afirmó que aunque el amor humano sea como una “nube pasajera”, sujeto “al egoísmo personal y a los límites”, en cambio, “el amor de Dios permanece siempre”. 

Y así comparó el amor de Dios al de una madre cariñosa y siempre presente, durante la audiencia general del 20 de febrero de 2019 y continuó el ciclo de catequesis sobre el Padrenuestro, en el aula Pablo VI del Vaticano.

Al citar a Isaías, aseguró que “el amor de Dios es como el amor de una madre que jamás olvida, pero si una madre olvidara, yo no me olvidaré de ti, dice (Dios), este es el amor perfecto. Así somos amados por él”.

Pero, ¿puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti (49, 15-16).”

El misterio escondido en la oración

Asimismo, indicó, que “hoy vemos cómo el primer paso de toda oración cristiana es el de introducirnos en el misterio de la paternidad de Dios”. 

“No se puede rezar como los papagayos: O tu entras en el misterio, en la conciencia de que Dios es tu Padre, o no reces”. Pues, dijo, que con esa conciencia inicia el “misterio” de la oración.

Todos tenemos defectos

Un Dios Padre que tiene un amor que no abandona nunca, al contrario, a como sucede con esas relaciones de personas que se ven que antes se aman y luego se odian y las comparó a malas raíces que se tienen dentro y hacen inconstante el amor humano, porque “todos tenemos defectos”. 

“Nuestras relaciones de amor siempre viven bajo el signo de nuestros límites y también de nuestro egoísmo, por lo que a menudo están contaminados por deseos de posesión o manipulación del otro. Por eso, a veces, las declaraciones de amor se convierten en sentimientos de ira y hostilidad”. 

Nadie ha tenido padres, ni pastores perfectos

Destacó que ninguno de nosotros ha “tenido padres perfectos, nadie, como nosotros, a su vez, nunca seremos padres o pastores perfectos”, manifestó.

Por eso, afirmó, que “aunque hayamos tenido unos buenos padres nuestra experiencia familiar no es suficiente para entender esta paternidad” divina de Dios. 

Esto porque “sabemos que todo lo humano, también el amor, es imperfecto ya que está sujeto al egoísmo personal y a los límites propios de nuestra condición de hombres y mujeres”. 

Mendicantes de amor 

“Todos somos “mendicantes de amor” y experimentamos un gran deseo de amar y ser amados; pero al mismo tiempo encontramos que nuestro amor humano es débil e inconstante; es una promesa difícil de mantener, un intento que se seca rápido y se evapora, «como una nube mañanera, como el rocío que al alba desaparece», dice el profeta Oseas”, argumentó. 

En cambio, destacó, “el amor de Dios, nuestro Padre que está en los cielos, es diferente. Es un amor cercano, total y fiel; destinado a todos y a cada uno

“Y – continuó- aunque todos nuestros afectos terrenos se esfumaran, incluso el amor de nuestros padres, el amor de Dios permanece siempre. Es un amor del que no podemos dudar, porque la experiencia fundamental del cristiano es la certeza de saber que somos sus hijos amados”. 

No hay que tener miedo

“El hambre de amor”, destacó, es la prueba de que se busca algo que existe, que llama a “conocer a Dios que es padre”. En este caso, recordó la conversión de San Agustín,  que no encontrando el amor en las criaturas, alzó los ojos al cielo y conoció a Dios. “La expresión del Padre Nuestro, ‘en los cielos’ no quiere expresar una distancia, sino una diferencia radical, otra dimensión”, constató. “Un amor que es incasable, que siempre llegará y está a la mano”. 

Por tanto, invitó: “¡No tengas miedo! Ninguno de nosotros está solo. Si hasta por desgracia tu padre terrenal se hubiera olvidado de ti, y tu estuvieras enojado con él, no se te niega la experiencia fundamental de la fe cristiana: esa de “saber que eres un hijo amado de Dios y que no hay nada en la vida que pueda extinguir su apasionado amor por ti”. 

El clericalismo es una perversión

El Papa saludó a los peregrinos, en particular “a los seminaristas de la Diócesis de Getafe acompañados por su obispo, Mons. Ginés García Beltrán, y que celebran 25 años de la creación de ese centro de formación. Les exhortó a rezar siempre, recordar la Virgen María, y estar cerca al Pueblo de Dios para evitar caer en el clericalismo, que dijo: “Es una perversión”.

Por ultimo, se despidió de los fieles presentes: “Que el Señor nos conceda la gracia de no tener miedo y de saber que no estamos solos, porque no hay nada en esta vida que pueda apartarnos de su amor de Padre”.