El Papa Francisco volvió a denunciar la "indiferencia" generalizada ante la suerte de los refugiados y migrantes en el mundo de hoy, "agravada por el cierre de las fronteras", y la creciente hostilidad contra ellos, y reiteró su petición de una respuesta compasiva a los desafíos migratorios.
"No olvidemos que los migrantes deben ser acogidos, acompañados, promovidos e integrados", dijo al reunirse el lunes con los Misioneros de San Carlos Borromeo, comúnmente conocidos como Scalabrinianos, con ocasión de su 16º Capítulo General.
La Congregación ha elegido el tema del Jubileo 2025 "Peregrinos de la esperanza" como tema central en 2024.
La migración puede ser una preciosa escuela de fe y humanidad
Tomando como referencia este tema, el Papa reflexionó sobre la virtud de la esperanza en relación con tres aspectos de su ministerio: los migrantes, la pastoral y la caridad.
En primer lugar, destacó cómo los migrantes enseñan la virtud de la esperanza. Los migrantes abandonan sus hogares con la esperanza de encontrar una vida mejor, a menudo enfrentando el rechazo y las puertas cerradas, pero sin ceder a la desesperación. "Su determinación, a menudo inspirada por el amor a las familias que han dejado atrás, puede enseñarnos mucho", dijo el Papa.
Por ello, animó a los Scalabrinianos, cuyo fundador, San Juan Bautista Scalabrini, quería que fueran "migrantes entre migrantes", a aprender de los migrantes a los que sirven, a compartir su camino y a crecer en solidaridad. "De este modo, a través de la interacción y el diálogo, y acogiendo a Cristo presente en ellos, creceréis en solidaridad unos con otros, poniendo vuestra confianza 'en Dios y sólo en Dios'", afirmó.
"No olvidemos el Antiguo Testamento: la viuda, el huérfano y el extranjero. Son los privilegiados de Dios."
Al señalar que el deseo de migrar a menudo refleja un anhelo más profundo de salvación, el Papa Francisco remarcó que, a pesar de sus desafíos, la migración puede ser una "preciosa escuela de fe y humanidad".
Cercanía pastoral a los migrantes
El Papa destacó además la necesidad de ofrecer una adecuada atención pastoral a los migrantes, porque, dijo, "la migración puede ser un momento de crecimiento sólo si se les da el apoyo adecuado".
"Para que los migrantes conserven la fuerza y la resiliencia necesarias para continuar su camino ? observó el Papa ? necesitan que alguien cuide sus heridas y los acompañe en su extrema vulnerabilidad física, espiritual y psicológica".
De ahí su llamamiento a "intervenciones pastorales eficaces que manifiesten cercanía a nivel material, religioso y humano, para mantener viva la esperanza y ayudarles a avanzar en el camino personal hacia Dios, fiel compañero de camino".
Las sociedades desarrolladas que envejecen necesitan migrantes
El pontífice también señaló que muchos países receptores, incluida Italia, necesitan migrantes ya que enfrentan tasas de natalidad en descenso y una población envejecida.
Por último, el Santo Padre pidió caridad hacia los migrantes, que a menudo se ven obligados a abandonar sus hogares por las injusticias, las guerras y la falta de oportunidades en sus países de origen y cuyo sufrimiento se agrava con el cierre de las fronteras.
Rechazando los estereotipos exclusivistas
El Papa denunció una vez más la indiferencia generalizada ante la pérdida de muchas vidas y la explotación de los migrantes que luchan por sobrevivir huyendo del hambre y la persecución. Recordando la ley bíblica del Jubileo sobre la restitución de la tierra, pidió que se realice ese acto de justicia en el contexto actual "a través de obras de caridad que afirmen la dignidad y los derechos de cada persona".
De este modo, afirmó, "se rechazan los estereotipos exclusivistas y se considera a las demás personas, independientemente de quiénes sean o de dónde vengan, como un don de Dios, único, sagrado, inviolable, un recurso precioso para el bien de todos".
Al concluir, el Papa Francisco reconoció la vitalidad del carisma scalabriniano en la Iglesia y animó a profundizar la misión de asistencia a los migrantes que les confió hace más de un siglo San Juan Bautista Scalabrini.
FUENTE: aica.org