El Papa Francisco visitó este martes 5 de noviembre la Pontificia Universidad Gregoriana con ocasión del Dies Academicus, de la tradicional universidad fundada en 1551 por san Ignacio de Loyola. El pontífice ofreció una lectio magistralis, que duró unos 45 minutos y fue ampliamente aplaudida.
Con casi 3.000 estudiantes de 121 naciones, la Gregoriana es la universidad pontificia más antigua de Roma. Ofrece una amplia educación académica que abarca materias como teología, filosofía, derecho canónico, historia de la iglesia, ciencias sociales y estudios interreligiosos.
El padre Arturo Sosa SJ, rector general de la Compañía de Jesús y vicerrector de la Pontificia Universidad Gregoriana, saludó al pontífice manifestándole que con su presencia "nos sentimos confirmados también en nuestra misión de hacer del trabajo universitario un instrumento eficaz de colaboración en la misión que el Señor ha confiado a su Iglesia", dijo el padre Arturo Sosa.
"A través de la enseñanza contribuimos a la formación integral de personas intelectualmente formadas, abiertas al misterio de Dios presente en la compleja realidad del mundo y capaces de reflexionar sobre el don de la fe que inflama sus corazones", continuó Sosa, según quien "la investigación científica en los diversos campos de la ciencia, la filosofía y la teología conduce a una comprensión más profunda de la creación y contribuye a abrir nuevos caminos a una fe comprometida con la transformación de la sociedad humana para hacerla más justa, más solidaria y más respetuosa de creación".
"Con su presencia en esta Pontificia Universidad Gregoriana, integrada con el Pontificio Instituto Oriental, el Pontificio Instituto Bíblico y el Collegio Massimo, nos sentimos confirmados en esta misión específica de Roma al mundo", aseguró Sosa.
La cultura es una misión de amor
"¿Cómo es tu relación con el Señor? ¿Cómo va tu oración? ¿Es meramente formal o no está ahí? ¿Dónde está tu corazón?", preguntó Francisco a los presentes en su exposición.
"La universidad debe ser la casa del corazón", explicó Francisco, citando a San Francisco Javier y su deseo de "ir a todas las universidades para sacudir a quienes tienen el mayor sentido de la caridad, para que se sientan impulsados "a ser misioneros".
"Según el carisma ignaciano, la cultura es una misión de amor", recordó el Papa. "No olvidemos el sentido del humor", recomendación de Francisco, según la cual "una mujer, un hombre que no tiene sentido del humor, no es humano" y seguidamente citó la "hermosa oración" de Santo Tomás Moro: "Señor, dame una buena digestión y algo que digerir". "Desde hace más de 40 años le rezo todos los días y ¡me hace bien!", confesó el Papa, que reiteró la invitación a "no perder el sentido del humor" y citó a San Ignacio: "no es tanto conocimiento que satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas". En definitiva, la invitación a ayudar a los estudiantes "a proceder por sí mismos, evitando los laberintos intelectualistas y la acumulación de nociones, y continuando con el gusto por la ironía".
Hacia una cultura del encuentro y el diálogo
"Tengan cuidado cuando el pensamiento se convierta en ideología", advirtió el Papa en su lectio magistralis en la que pidió a la universidad jesuita un "examen de conciencia".
"Menos sillas, más mesas sin jerarquías, una al lado de la otra, todos mendigos del saber, tocando las heridas de la historia", indicó Francisco, que instó a transformar la universidad "en un espacio acogedor, en una casa del corazón", porque "el cuidado de las relaciones necesita un corazón que dialoge, un corazón que una fragmentos y con los fragmentos de los demás construya puentes donde encontrarnos, un lugar de investigación para la cultura del encuentro y no del descarte, un lugar de diálogo entre pasados y presente, entre tradición y vida, entre historia y relatos".
En este sentido, el Papa citó la escena de la Ilíada en la que Héctor, antes de enfrentarse a Aquiles, vio a su esposa Andrómaca y a su hijo Astianacte, quien al ver a su padre "se asusta y se pone a gritar": "Entonces Héctor se quita el casco y lo deja en el suelo, toma a su hijo en brazos y lo levanta a su altura, y sólo entonces le habla". "Estos son los pasos que preceden al diálogo", explicó Francisco: "deponer las armas, poner al otro al mismo nivel para mirarnos a los ojos. Desármate: desarma tus pensamientos, desarma tus palabras, desarma tus miradas y luego estar a la misma altura para mirarnos a los ojos".
"No hay diálogo entre lo alto y lo bajo: sólo así la enseñanza se convierte en un acto de misericordia", un acto que -comentó el Papa citando a Shakespeare- "produce una doble felicidad: para quien da y para quien recibe".
Otra imagen "muy bella", para el Papa, es la de la Eneida, cuando Eneas "mientras todo parece perdido hace dos cosas: para salvarlo del fuego de Troya, toma sobre sus hombros a su padre Anquises, anciano y paralítico, y protege a su hijo Ascanio tomándolo con la mano".
"Así es como debemos avanzar", fue la exhortación de Francisco, que invitó a los presentes a ir a ver, en la Galería Borghese, la estatua de Bernini que plasma esta escena: "Encontrarán grabada la historia de lo que significa llevar sobre sus hombros la historia de la fe, de la sabiduría, del sufrimiento de todos los tiempos. Caminando en el presente ardiente, que necesita de nuestra ayuda, y teniendo en nuestras manos el futuro. Juntos: pasado, presente y futuro".
No al "materialismo árido o al narcisismo perverso"
"Lamentablemente hay muchos discípulos de la coca-cola espiritual", denunció el Papa, que, a partir de la conocida bebida, acuñó un neologismo: "cocacolización espiritual", advirtiendo contra "un eficientismo sin visión", que es limitado "a fusiones, suspensiones y cierres" descuidando la misión en el mundo y en la Iglesia, lo que exige "una responsabilidad adicional y un replanteamiento de todo en vista de la misión que Jesús nos ha confiado".
"Cuando caminas preocupado sólo por no tropezar, acabas chocando", advirtió Francisco, que al inicio de su discurso instó a los presentes a preguntarse "adónde vas y por qué haces las cosas que estás haciendo", sin perder de vista el "objetivo final".
"¿Qué papel tiene la Universidad Gregoriana en nuestro tiempo?", la pregunta básica a responder, dentro de una universidad como lugar donde "la misión debe expresarse a través de la acción educativa, pero poniendo en ella el corazón", dejando de lado "nuestras afirmaciones que hacen que el plan de Dios sea rígido y sin calor".
"La formación es ante todo cuidado personal, de lo contrario la acción formativa se convierte en un árido materialismo o en un narcisismo perverso, o en un lugar donde otros son espectadores aplaudiendo, cajas para llenar con el ego de quien enseña". En este sentido, el Papa contó la historia de un profesor que una mañana encontró vacía el aula donde impartía sus clases. Le preguntó al conserje qué había pasado y el hombre le señaló un cartel que decía: "aula ocupada por un ego desmesurado. No hay vacantes". "Una broma del 68", comentó Francisco: "¡Cuando falta el corazón se ve!".
Una universidad "con olor a carne y a gente"
"Ningún algoritmo podrá sustituir a la poesía, la ironía y el amor". De ello está convencido el Papa, que en la lectio magistralis definió como todavía "actuales" las palabras de Don Milani "sobre la escuela como un hospital que trata a los sanos y rechaza a los enfermos: pero perdiendo a los pobres perdería la escuela". De ahí la invitación a "humanizar el conocimiento de la fe, encender y reanimar la chispa de la gracia en lo humano, cuidando la transdisciplinariedad en la investigación y la docencia".
"¿Están aplicando Evangelii gaudium?", preguntó Francisco a los presentes: "¿Están considerando el impacto de la inteligencia artificial en la enseñanza y la investigación? Los estudiantes necesitan descubrir el poder de la imaginación, entrar en contacto con sus emociones y saber expresar sus sentimientos. Aprendes a ser tú mismo a encontrarte cara a cara con grandes pensamientos, sin atajos que te quiten la libertad de decisión, empujándote hacia la alegría del descubrimiento. De los errores se aprende".
El Papa Francisco elogió luego el "actualizar lo libre" incluido en el carisma ignaciano, "en las indicaciones, métodos y objetivos". "Es la gratuidad la que hace a todos servidores sin amos", explicó el Papa: "servidores unos de otros, todos agradecidos por la dignidad de cada uno, ninguno excluido. Y la gratuidad que nos abre a las sorpresas de Dios, es la gratuidad que hace virtuosos a los maestros sabios, es la gratuidad que educa sin manipular ni obligar. Es la gratuidad de Dios que da siempre el primer paso, hacia todos, sin excepción, en un mundo que parece haber perdido el corazón". La esperanza del Papa jesuita para la gregoriana es la de "una universidad con olor a carne y a pueblo, que no pisotee las diferencias en la ilusión de una unidad que no es más que homogeneidad".
Un mundo en llamas por la locura de la guerra
"El mundo está en llamas, la locura de la guerra cubre toda esperanza con la sombra de la muerte", lamentó Francisco invitando a "desarmar nuestras palabras: ¡palabras suaves, por favor!".
Según el Papa, "es necesario recuperar el camino de una teología encarnada, que resucite la esperanza, de una filosofía que sepa animar el deseo de tocar el borde del manto de Jesús, de mirar hasta el límite del misterio. Necesitamos una exégesis que abra la mirada del corazón, necesitamos estudiar las tradiciones orientales, capaces de favorecer el intercambio de dones entre las diferentes tradiciones y de mostrar la posibilidad de componer las diferencias".
El conocimiento universitario, en otras palabras, no puede surgir "de ideas abstractas, concebidas sólo en un escritorio", de la capacidad de sentir "las tribulaciones de la historia concreta, su origen en el contacto con la vida de los pueblos, en la escucha de las cuestiones ocultas y del grito que surge del sufrimiento de los pobres".
"Debemos tocar esta carne, tener el coraje de meternos en el barro y ensuciarnos las manos", fue la invitación del Papa, según el cual la universidad "debe desarrollar el conocimiento generado por Dios, abandonando el enfoque del nosotros y de los demás". "Hemos cometido muchos errores, es hora de reconocer que somos humildes, que necesitamos de los demás", admitió Francisco: "Es un mundo complejo y la investigación requiere la contribución de todos. Nadie puede pretender estar solo, ningún pensamiento surge solo".
FUENTE: aica.org