El popular actor Carlos Calvo, que arrastraba las secuelas de dos accidentes cerebro vasculares de 1999 y 2010, falleció esta mañana a los 67 años en un centro de alta complejidad del barrio porteño de Parque Patricios, donde estaba internado desde hacía dos meses.
La triste noticia fue comunicada por su amigo, el productor teatral Javier Faroni a través de su cuenta de Twitter, donde escribió: "Fuiste todo lo importante en mi vida ... me enseñaste de chico a ser quien soy. Nunca pensé que este momento llegaría pero fui feliz teniéndote a mi lado amigo !! Te amo con todo mi alma !! Descansa en paz Caaaarlloossss".
El actor llevaba más de una década inactivo y en los últimos años dependía de la asistencia de personal especializado durante las 24 horas para poder movilizarse y atender sus necesidades básicas. Pero ese alejamiento forzoso de la vida pública y artística no le impidió seguir recibiendo el silencioso reconocimiento del mismo público que en su momento lo consagró como uno de los actores más populares de la Argentina. Calvo fue un precoz galán y un intérprete intuitivo que siempre intentó probarse en facetas alejadas de las fórmulas más exitosas de su carrera, pero terminó atrapado por ellas, muchas veces a regañadientes.
Antes de enfrentar el trance más doloroso de su vida, había superado la barrera de los 50 años con un triunfo. Se convenció de que finalmente logró derrotar a su más encarnizado rival, al que le costaba vencer porque llegó a formar parte de su propio ser como una sombra y un fantasma del que no se podía despegar. Calvo, por fin, sentía que había dejado de ser Carlín , ese amigo de todos idealizado a través del televisor. Sintió que le había ganado luego de una dura y larga batalla, pero en la pelea había dejado jirones de su salud y ya no podía acometer con las mismas fuerzas el nuevo escenario que veía abrirse ante sus ojos. Justo cuando empezaba a disfrutar de ese triunfo liberador le llegó a Calvo el momento de afrontar el trance más doloroso de su vida. Le sobraba entereza para enfrentar el desafío de un nuevo tiempo, pero dos ataques cerebrovasculares resultaron letales para un organismo debilitado. Aquella victoria pasó a ser definitiva derrota.
Mucho antes de la caída, el público argentino había elegido a Calvo como uno de sus favoritos . Las mujeres suspiraban frente a su irresistible estampa de galán, los hombres envidiaban sus recursos infalibles de seductor y hasta los más exigentes le reconocían inquietudes que lo destacaban con peso propio en la comparación con otras figuras de sus mismas características: los primeros pasos en el teatro más experimental, la férrea voluntad para encarar más de un proyecto rodeado de riesgos, el timing indiscutido para la comedia. En ese género se concentran los logros máximos de su trayectoria, casi siempre rodeada del calor de un sincero reconocimiento masivo que lo llevó a ser uno de los máximos ídolos del espectáculo local a comienzos de la década del 90.
Con aquella cumbre de popularidad llamada Amigos son los amigos (uno de los más exitosos ciclos televisivos de los últimos 25 años), el actor nacido el 21 de febrero de 1953 cerraba un viaje que lo llevó del teatro vocacional a la fama que entrega la pantalla chica, muchas veces a cambio de un altísimo precio.
La temprana vocación artística de Calvo se manifestó en las representaciones barriales de la localidad bonaerense de San Antonio de Padua (el lugar en donde creció) y, más tarde, en sus primeras experiencias teatrales adultas, marcadas con el signo de la vanguardia y de la osadía. Participó de La lección de anatomía y Equus, obras que le exigían aparecer desnudo en escena.
Su porte de galán, que reforzaba con cierta pose altiva y visibles detalles de genuina porteñidad, le abrió al mismo tiempo con más velocidad de lo usual el camino en la televisión. Y después de algunas intervenciones poco relevantes llegó la consagración con El Rafa , de extraordinaria repercusión a comienzos de los 80. Allí era el Cholo, hijo del canillita personificado por Alberto de Mendoza, con quien rivalizaba en medio de una poderosa carga erótica (atípica para la época).
FUENTE: lt9.com.ar