Meditando la parábola del buen samaritano, el papa León XIV separó la compasión de la cuestión religiosa: "La compasión es una cuestión de humanidad", planteó.
En su segunda audiencia general en la plaza de San Pedro, el pontífice animó a los fieles a imitar al samaritano, que "se detiene simplemente porque es un hombre frente a otro hombre que necesita ayuda".
¿Y quién es mi prójimo? En respuesta a esta pregunta de un doctor de la Ley, Jesús presenta la parábola conocida como el buen samaritano, una de las más famosas, en la que un hombre apaleado por bandidos es atendido por un samaritano, mientras un sacerdote y un levita pasan sin atenderlo.
Continuando el ciclo de catequesis sobre las parábolas, León XIV aseguró que estos relatos evangélicos son "una oportunidad para cambiar la perspectiva y abrirnos a la esperanza", permitiéndonos cambiar la mirada sobre las cosas.
La parábola del buen samaritano
En el Evangelio de Lucas se encuentra a un personaje que "necesita cambiar de perspectiva porque es egocéntrico", comenzó diciendo el Santo Padre. Es el doctor de la Ley que primero le pregunta a Jesús cómo "heredar la vida eterna", antes de interrogarle sobre su prójimo, a quien la ley de Moisés prescribe "amar como a uno mismo".
Según León XIV, esta parábola es ante todo un "camino para transformar esta pregunta, para pasar de la pregunta ¿quién me ama? a ¿quién amó?" La segunda pregunta es la del adulto que comprendió el sentido de su vida, continuó el Santo Padre, "la que nos empuja al compromiso".
La compasión, una cuestión de humanidad
La parábola del buen samaritano describe a un hombre que "bajaba de Jerusalén a Jericó", una ciudad bajo el nivel del mar. El Papa lo ve como una ilustración de las desafortunadas aventuras de la vida de cada uno, de "la experiencia que se produce cuando las situaciones, las personas, a veces incluso aquellas en las que confiábamos, nos quitan todo y nos dejan en medio del camino".
Es precisamente en estos momentos que "nos revelamos tal como somos", "frente a la fragilidad y debilidad del otro". En el Evangelio se dan dos ejemplos: pasar de largo, como el sacerdote y el levita, o cuidar del otro, como el samaritano.
León XIV señala que las dos personas que "sirven en el Templo de Jerusalén" no se detienen, señal de que "la práctica del culto no conduce automáticamente a la compasión".
Antes de ser una cuestión religiosa, la compasión es una cuestión de humanidad. "Antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos".
Detén tu propio viaje
El Santo Padre imagina que estos dos hombres "tienen prisa por volver a casa", pero es precisamente esta prisa "tan presente en nuestra vida, la que a menudo nos impide sentir compasión".
"Quien considera su propio viaje como una prioridad no está dispuesto a detenerse por otro", insiste.
En la continuación de la parábola, un hombre se detiene. Es un samaritano "que pertenece a un pueblo despreciado" y que está de viaje. No se establece entonces ningún vínculo con la religión, subrayó el pontífice.
Al contrario, "este samaritano se detiene simplemente porque es un hombre frente a otro hombre que necesita ayuda".
Gestos concretos de compasión
Este samaritano, llamado "bueno" por la tradición, "es simplemente una persona". "El samaritano se acerca, porque si quieres ayudar a alguien no puedes pensar en mantener las distancias; es necesario implicarse, ensuciarse, quizá contaminarse", explicó León XIV.
El samaritano venda las heridas del herido, lo carga en su burro y lo lleva al hotel donde paga por adelantado la cuenta, "porque el otro no es un paquete a entregar, sino alguien a quien hay que cuidar".
Meditando este texto, el papa León XIV invita a los fieles a reflexionar sobre su capacidad de compasión, asegurando que este hombre herido en el camino representa a todos.
Conscientes de esta debilidad humana, "el recuerdo de todas las veces que Jesús se detuvo para cuidar de nosotros nos hará aún más capaces de compasión", concluyó el Santo Padre.
FUENTE: aica.org