En pleno Pentecostés se nos fue Mamerto Menapace..."cosas de Dios" diría el curita gaucho

Casual coincidencia o gambeta de Dios. 

La cuestión es que el querido monje benedictino se fue el sábado de Pentecostés y tuvo su misa exequial el domingo. Y le vino como "anillo al dedo" dijo por ahí el Obispo celebrante.

Y es así. Este cura monje gaucho, de corazón gigante, sonrisa cercana y sabiduría profunda fue ante todo "un hombre de Dios y un hombre del Espiritu".

Con su estilo campechano perfumado con los citrus de de su Malabrigo natal y el aroma a campo adentro de su querido Los Toldos, este santo cautivó a pobres y ricos, a linyeras  y famosos, a ignorantes y doctos. Todos fueron iguales para él y a ellos dedicó su vida y su tiempo.

Nunca apurado, siempre dispuesto. A la escucha, al consejo, al perdón, al abrazo fraterno.

Ser de luz que nunca escondió la lámpara. Iluminó caminos polvorientos y avenidas luminosas. Fue hombro para el caído, sonrisa que da aliento, mirada cercana y palabra certera. Con sus libros, reportajes en radio y televisión, sus espectáculos con otros dos grandes como Luis Landriscina y René Favaloro, evangelizó desde las entrañas. Sembró sabiduría sencilla con la profundidad espiritual de sus dones y carismas, con una locuacidad única y relatos hechos cuentos.

Alguna vez mateando en el Monasterio de Los Toldos le pregunté por el cielo. "El cielo -me dijo-, el cielo está en tú corazón". 

Y así vivió. Llevando el cielo de su corazón a tantos corazones que lo buscaran. Con una sonrisa en el alma, un consejo sabio y un cuento del Espíritu.

Disfrutá del cielo querido Mamerto, que siempre estuvo en tú corazón y hoy está a tus pies. Y acá en la tierra retumbará tú legado.

 

Gustavo Galoppo

 

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